«Perdona a todos y perdónate a ti mismo, no hay liberación más grande que el perdón; no hay nada como vivir sin enemigos. Nada peor para la cabeza, y por lo tanto para el cuerpo, que el miedo, la culpa, el resentimiento y la crítica (agotadora y vana tarea), que te hace juez y cómplice de lo que te disgusta». Facundo Cabral
Culpas que son cuestas y llenan la mochila de montañas sin brújula. Agitadas por impulsos grabados en la memoria que recuerda y descubre. De esos relatos que nos contamos donde conviven preguntas y respuestas.
Culpas que entran sin permiso. Sin saber por qué, ni cuándo. Me desnudan. Descubren mis flaquezas. Las aparto con frágiles soplidos que al primer despiste se desvelan huracanes.
Culpas que me arrastran hacia el precipicio de la indiferencia. Me asomo. Siento el vértigo. El inasible vacío en el que a tientas oscilamos. Hasta tornarse borrosas.
Culpas que se dibujan en los pliegues de mi mente. Intentando apresar lo que no tiene forma. Tropiezan en los muros de la incomprensión y despiertan el dolor que araña mi ser donde me acurruco.
Quiero romper las fronteras del miedo. Volar de nuevo bajo la voz del aire. Por esa escenografía de contrastes, hasta que la luminosidad de la conciencia encuentre su sitio.
Culpas propias…ajenas….heredadas….que se acumulan…que pesan…que aprisionan… besos al vacío
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Perdida en el laberinto de las culpas.
Gracias por tu aportación a este espacio.
Besos de vuelta
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