«Las arrugas deberían indicar simplemente donde han estado las sonrisas». Mark Twain.
Uno de los males contemporáneos que se acomodaron en este mundo, sin saber el momento ni la hora exacta, es la intolerancia frente a la vejez.
Los abuelos, y no me refiero solo a aquellos que tienen el título, son la riqueza de toda una vida que guardan los tesoros de sus andanzas.
En sus miradas podemos desvelar parte de su sentir. Miradas cubiertas de una nube de nostalgia por aquello que fue, miradas de ternura que demandan cariño, miradas profundas ahondadas por la experiencia de sus sentimientos, miradas deshabitadas en las que la memoria apagó las luces para irse a dormir. Todas ellas, miradas sabias que han soportado el peso de las lágrimas de sus heridas y la ligereza que otorga la alegría de sus triunfos.
Sus arrugas definen las huellas de su bagaje, de su memoria emocional, esa que deja marcas no solo en la piel, también en el alma.
Sus labios no tienen prisa por relatarnos sus historias. Historias que el tiempo tiñe de colores amables y cálidos para desvelarnos sus vivencias.
Vale la pena escuchar, cuidar, respetar a nuestros mayores, y no ignorar su existencia en esa etapa de vulnerabilidad en el que la soledad deja de ser una palabra bella que escribir en un poema para residir en un jardín vacío donde solo florece la pena.
Recordemos que ellos también fueron como tú, como yo, pero lo más importante es que ellos construyen nuestras historias de vida.
Dedicado a mi madre.
Y. sobre todo, no esperes a que te falten para hacerles saber que los quieres
Me gustaLe gusta a 1 persona
Importante demostrar día a día que estás ahí.
Me gustaMe gusta