Como lágrimas en la lluvia

«No hay nada permanente en este mundo. Ni siquiera nuestros problemas». Charles Chaplin.

Nos resistimos al flujo de la vida intentando amarrar aquello que poseemos, pero la realidad es que todo es pasajero, efímero, y como los sueños todo se desvanece y se termina perdiendo como lágrimas en la lluvia.

Vivimos en un «ahora» que sin cesar se transforma. Miremos donde miremos todos los fenómenos aparecen y desaparecen, nuestro mundo es cambiante, como nuestros pensamientos y nuestros cuerpos.

Pese a ello, nos aferramos de forma natural al mundo conocido, a lo que consideramos previsible ya que forma parte de nuestra rutina: hacer las mismas cosas, mantener los mismos vínculos; eso nos hace esperar resultados que nos son familiares y nos aportan calma porque ya nos son sabidos.

Pero la seguridad que anhelamos mantener y por la cual contenemos el aliento, es una ilusión, no comienza ni termina, dado que todo cuanto se nos brinda es transitorio, nada es permanente.

Aceptar que todo pasa, se transforma, incluso desaparece, es saltar los límites de la certeza para adentrarnos en un mundo incierto donde tendremos que reconstruir una nueva trama. Es abrazar la incertidumbre, sostener nuestra libertad y deshacer los cordones que nos mantienen atados a viejas situaciones. Es liberarnos del miedo a la pérdida para abrir la puerta al despertar de cada instante de la vida, que se nos revelará como algo irrepetible, extraordinariamente valioso.

No busques lo eterno, abre tu corazón y siéntelo, sin querer agarrarlo.

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