Agua de luz

Al despertar su cama estaba vacía. Pero en aquella ocasión no se inquietó. Ella llevaba días con ese desconcierto en el que buscaba su espacio, un espacio adonde se acercaba para adquirir claridad. Ver a través de las sombras más allá o quizás en ella misma.

Todavía recuerda aquella mañana en la que la encontró en el acantilado, con su mirada absorta al discurrir de una ficción abismal. Hacia un mundo profundo aparentemente sin fin. Mientras, el agua chocaba con golpes tan fuertes y secuenciales que no podía escapar a su impulso, a su fuerza.

Se acercó y ella se asustó. Sin pretenderlo la hizo salir de su ensimismamiento. Entonces reconoció en su mirada el vértigo de un naufragio en el que te desnudas. En el que te revistes de agua de luz. En el que el caos original retorna de nuevo a la orilla.

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11 comentarios

  1. ¡Precioso, Lola!
    El naufragio que se experimenta interiormente puede ser tan dramático como el físico.
    Esta frase: «reconoció en su mirada el vértigo de un naufragio en el que te desnudas» es brutal. Un aldabonazo que te despierta muchísimas sensaciones.
    Felicidades y gracias por la aportación.
    Un abrazo.

    Le gusta a 1 persona

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