La palabra soñada

Al final de cada día, y después de una dura jornada, Aurelio se entusiasmaba como un niño con la llegada de aquel momento.

Su condición humilde le había privado de muchas cosas, a pesar de ello, no se sentía apesadumbrado, al contrario, sabía disfrutar con afán de los pequeños instantes que daban sentido a su vida.

Mientras, esperaba pacientemente a su hija, acariciaba las cubiertas del único libro que poseía: su diccionario. Lo hojeaba para disfrutar de ese olor rancio que desprendían las hojas, que ya amarilleaban por el paso de los años. Un sencillo gesto que le emocionaba.

Por fin apareció Rosa.

—Mira papá, te he comprado este marcapáginas con la siguiente cita, dijo al tiempo que le plantaba un sonoro beso en la mejilla: Aprender a leer es como encender una llama; cada sílaba deletreada es una chispa.

—¿Quién dijo algo tan sabio? preguntó ilusionado.

—Víctor Hugo. Lo colocaremos en la página donde estén las palabras que nos toquen leer, dijo su hija.

—Pero, yo me acuerdo, vamos por la «T», exactamente «Te».

—Lo sé padre.

Rosa comenzó a leer. Aurelio escuchaba con celo, hasta que llegó a aquella palabra. Entonces, el semblante de su padre reveló de una forma inequívoca el descubrimiento de algo maravilloso.

—Hija, no sigas, léela otra vez.

Conmovido, le hizo repetir la definición de aquella palabra en su tercera acepción hasta memorizarla: Persona o cosa, o conjunto o suma de cosas, de mucho precio o muy dignas de estimación.

Con una sonrisa infinita colocó el marcador en aquella página, en aquella palabra. En la palabra soñada.

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14 comentarios

  1. Buenos días, Lola.
    En verdad, el relato en sí es el TESORO.
    Está lleno de dulzura, sensibilidad, amor…
    Nunca se es demasiado mayor para aprender, mucho menos a leer. Me ha recordado a mi abuela, que no sabía leer, pero se empeñaba en conocer algunas palabras.
    Qué alegría volver a leerte. 😍😍😍
    Un abrazo enorme.
    P.D. Pongo tu relato en la lista del mes, como debe ser. El tiempo es efímero y no hay caducidad.

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    • Hola de nuevo, José.
      Gracias por tus amables palabras y compartir tus recuerdos.
      La alegría es volver a estar ahí entre muchas dudas.
      No quiero que lo que me gusta, escribir, se convierta en una obligación, por supuesto autoimpuesta.
      Así es que lo haré sin fecha ni obligación, con la libertad que nos das, porque como bien dices no hay caducidad.
      Gracias por tu implicación.
      Un abrazo enorme de vuelta

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      • Por supuestísimo, Lola.
        Para mí es un placer y un regalo que añadáis relatos a VadeRetos ya pasados. Cuando os salga la inspiración u os plazca usarlos para escribir. Esa es la idea de nuestro juego.
        Siempre serán bien recibidos y, lo más importante, disfrutados.
        Un abrazo.

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    • Hola Jose, el link de la página del VadeReto que tendría que llevar a los comentarios de este relato, no funciona (o por lo menos, no me funciona a mí). Yo ya he puesto mi comentario aquí, pero por si algún otro no lo consigue. Y creo que también está mal el Pingback. Un abrazo.

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      • Güenas casi noches, Marlen.
        No te funciona porque no está activo. No hay comentario de Lola, no es necesario, por eso solo he puesto el enlace al blog, aquí. Tampoco existe pingback, el último corresponde a un reblogueo del relato de Ana.
        Si escribís un relato para un VadeReto antiguo me suele llegar a mí la notificación por correo. Si en algún momento veis que no me doy cuenta es porque no llegó. Así que me dais un toque. Suavito sin dejar hematomas. 😅😂
        Un abrazo.

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  2. Que relato más bonito y conmovedor. Muchas veces lo más sencillo es lo que más nos llena y hay instantes como leer un diccionario en buena compañía que pueden aportarnos momentos inolvidables. Por cierto, que sepas que he buscado la acepción para saber qué palabra era exactamente y te doy toda la razón: son instantes para atesorar. Un saludo y feliz domingo.

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    • Gracias, Fer.
      Estoy de acuerdo contigo en que lo más sencillo nos llena tanto si realmente nos paramos y reparamos en ello… Es el leitmotiv de este blog.
      Me alegra tu implicación buscando esa palabra que ya compartimos nosotros dos.
      Un saludo de vuelta y feliz domingo para ti también.

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  3. Hola Lola. ¡Precioso y muy tierno tu relato! Esa dulzura de la hija intentando que su padre aprenda a leer, ese momento compartido fuera del tiempo y de la rutina diaria, es de un placer exquisito. Y lo has sabido transmitir perfectamente. ¡Me encantó descubrir el TESORO que han sabido crear padre e hija! Un abrazo.

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