Octubre

Como cada mañana, Candela, se levantó a las siete mientras se hacía la misma pregunta: ¿por qué? Habían pasado cinco años desde que se jubiló y pocos menos desde que abandonó las actividades frenéticas inherentes al nuevo estatus. Era un sinsentido.

Dispuesta a desayunar en la cocina, cambió la hoja del calendario, octubre. Miró, atrapada, la imagen de hojas teñidas de ocres, naranjas, rojos…, que anunciaban el otoño. Suspiró. Consciente de que empezaba a escaparse el brillo de los días. Que el mundo volvía a sus rutinas y ella a su soledad. La invadió una gran melancolía. Sentía que su vida estaba tan medida como vacía.

Pero aquel 10 de octubre, Candela se despertó con la extraña sensación de que algo, fuera de lo normal, iba a suceder. Tenía un presentimiento. Una inquietud inusual se apoderó de ella. Quizás demasiada soledad y tiempo me llena la cabeza de fantasmas, pensó. Intentó aquietar su mente y centrarse en la lectura de aquel libro que le ayudaba a relajarse.

El día transcurrió como siempre. Fue en el silencio de la noche cuando sonó el timbre, un ding nada más. Dio un respingo y se quedó alerta sin moverse. Al rato, volvió a sonar tímido como antes. Se acercó despacio, evitando hacer ruido para comprobar por la mirilla. Todo estaba oscuro. Seguramente, quien fuera ya se habrá marchado, quiso creer.

Aún así, como la curiosidad era mayor que el recelo, se quedó tras la puerta, expectante. ¡Ding! Esta vez se asomó enseguida. Había luz pero no vio a nadie y aunque dudó, salió al rellano de la escalera. Un escalofrío recorrió su cuerpo. Entró deprisa y regresó al salón con la intención de retomar la lectura. Fue imposible, su cabeza divagaba entre pensamientos creando historias sobre lo ocurrido.

Exhausta, por los nervios que le produjo aquel incidente, decidió irse a la cama y como cada noche se dijo así misma: mañana será otro día.

Y así fue, cuando un fuerte aroma a chocolate caliente la despertó. Con desasosiego se dirigió a la cocina, y ahí estaba, en su taza favorita junto a un plato de churros. No daba crédito. Entonces escuchó unos pasos que se aproximaban. Sintió un frío estremecedor. Contuvo la respiración.

—¡Buenos días! mamá.

—Menudo susto. ¿Cómo no me has avisado? Hace un año, por lo menos, que no sé nada de ti.

Se acercó a abrazarla y sintió de nuevo ese frío denso que la perseguía en las últimas horas. Trató de no darle importancia animando a su hija a desayunar con ella en el salón.

Entonces, se dio de bruces con la realidad. La taza de Candela se estrelló contra el suelo mientras un grito enmudecía en su garganta. Delante de aquel espejo ajado por el paso de los años y que tantos avatares guardaba, sólo se veía su reflejo. De pronto recordó todo lo sucedido en octubre. Aquel 11 de octubre a las siete.

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En el VadeReto de este mes vamos a montarnos una de terror.

20 comentarios

  1. ¡Muy bueno, Lola!
    La mayoría de las veces, los mayores terrores llegan desde nuestro interior.
    Por un lado la angustia de la monotonía diaria, por otro la pérdida de una hija, son pesos demasiado grandes para inducirla a confundir realidad con sueño o imaginación. ¡Pobre mujer!
    El camino narrativo hasta llegar a ese explosivo final es fabuloso.
    Enhorabuena.
    Gracias, un abrazo.

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    • Sí, es cierto, hay un miedo interior que prevalece en todos nosotros. Además en situaciones tan dolorosas nos refugiamos en un mundo inventado que nos permita soportar el dolor.
      Agradezco sinceramente tu comentario es muy, muy generoso, ya que en este género me cuesta encontrar el lugar.
      Un abrazo de vuelta.

      Le gusta a 2 personas

  2. Hola, Lola. Me parece que he acertado a leer tu historia a media noche, con lo que me cuesta dormir últimamente ahora estaré entretenido dándole vueltas a lo del espejo. Espero que mientras haga eso no oiga algún sonido o ruido, sobre todo de pasos, porque entonces igual si que no pego ojo. 😂😂
    Para algunos aniversarios no nos hace falta calendario, como en tu relato se sienten desde por la mañana y por la noche al dormir, en sueños, también se suelen hacer presentes.

    Saludos 🖐🏼

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  3. Me encanta como reivindicas la figura del fantasma; aunque impacta, por lo inesperado, es entrañable y cordial, una presencia deseada que surge de lo cotidiano y que solo desvela su naturaleza por obra y gracia de un espejo. Al instante surge el recuerdo y dejas tooooda una historia envasada en una sola frase para la imaginación del lector: ¿que ocurriría en aquel día infausto? Ahora le toca trabajar a uno. Hay un drama implicito, y hay un terror explicito que en realidad no es tal, sino candor en su estado mas puro: chocolate con churros.
    Muy bueno, me ha encantado.👏👏

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  4. Me encanta el relato, te va llevando hacia un final que es la guinda del pastel. Esa sensación de que algo va a ocurrir que te tiene en vilo durante un tiempo sin saber qué lo produce creo que la hemos sentido todos. Más o menos intensa, si a esto le añades el aniversario de una fecha importante en tu vida, ya se puede decir que hay algo que no podemos controlar pero que está ahí sin que nos demos cuenta.
    Felicidades por el relato. Un abrazo

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    • Gracias, Virtudes.
      Sí, me pongo en el papel de espectadora y realmente es lo que me da miedo, ese esperar sabiendo que algo ocurrirá y precisamente ocurre la presencia/ausencia del ser más querido.
      Un abrazo de vuelta

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