«La gratitud da sentido a nuestro pasado, trae la paz en el día de hoy y crea una visión hacia el mañana». Melody Beattie

Deambulo por los rincones de la memoria de un verano que se anunció con dolor. Un dolor que poco a poco se desliza más suave.

Un verano donde los días transcurrían tibiamente, apacibles. Dejándome llevar por el fluir de momentos sin prisas, con la calma de quien nada ni nadie te espera, para hacer de los detalles el arte del disfrute.

Despertarse con silencio. Con el canto de los pájaros. Con la música de campanas de viento.  Y, más cerca de la tierra, pasear por escenarios naturales, perfectos, para ser una con la vida.

Sentirse acariciada por la suave brisa que trae fragancias naturales. Contemplar, bajo el cielo nocturno, la sinuosa silueta de una montaña impertérrita con su luna, majada de sueños.

Respetar la cita con la majestuosa higuera, testigo de conversaciones animadas, mientras el río trajina violines que armonizan los instantes.

Como la mayoría, he sido tocada por la tristeza, por el miedo, por un huracán interior que muda el paisaje. Y, entre sombras, que son siluetas sin voz, me detengo hasta vislumbrar luces que me recuerdan que el mundo sigue siendo navegable.