«Os drogo con novedad, y la ventaja de lo nuevo es que nunca lo es durante mucho tiempo. Siempre hay una nueva novedad para lograr que la anterior envejezca (…) En mi profesión, nadie desea vuestra felicidad, porque la gente feliz no consume».
13,99 euros. Frédéric Beigbeder
Lo exterior rige nuestra existencia en esta cultura del exceso y la caducidad. Donde, además, todo es a corto plazo y reemplazable.
Atacados de inconformismo se enaltece el tener. El consumo desenfrenado. No solo de cosas. También de relaciones. De actividades.
Se alienta una proyección de lo que tenemos que ser: atractivos, competentes, cosmopolitas, triunfadores, inteligentes, cultos. De lo que tenemos que hacer: cocinar, viajar, disfrutar de los amigos, saber más y mayormente opinar.
Modelos de vida que nos dirigen hacia la misma apariencia. Las mismas necesidades. Convertidos en estrellas sin luz propia de esta galaxia mediática.
Inoculados por el virus de esta insatisfacción crónica, perseguimos la felicidad. La perfección, como mandan los cánones. Pero este decorado de cartón piedra es idóneo de desmoronarse ante cualquier contratiempo.
Y aquí nos encontramos. Ante este silencio que vislumbra lo real. Una vida sin maquillar. Que descubre nuestra fragilidad. Donde lo esencial pasa a un primer plano. Y los valores recuperan su valor.
Una nueva vida para habitar el presente y llenar de conciencia cada minuto.
Gracias Lola, tengo la sensación de que la auténtica vida siempre la hemos tenido presente y que lo importante del momento presente permanecía oculto bajo una espesa capa de intereses ajenos, deseos impuestos y necesidades promocionados a golpe publicitario. Quizás ahora lo imprescindible sea regalarse tiempo para conversar con el vecino. Un besazo.
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Gracias a ti, Carlos. Lo importante ha salido de la oscuridad, ya lo creo, la pena es que haya tenido que ser a través de este gran revés.
Una propuesta muy bonita la de regalarse tiempo para conversar con el vecino.
La mía mirarnos más a los ojos y regalarnos una sonrisa.
Un besazo de vuelta.
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Ay Lola… ojalá nos demos cuenta de una vez que cada minuto cuenta y que no por tener más o viajar más lejos vas a vivir mejor. Espero que cuando abran la jaula valoremos lo que tenemos cerca.
Un Beso y Mil Petonets.
Gracias por explicarlo tan sencillamente bonito.
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Pues sí, Josep, ojalá sea un despertar. Y las «pequeñas» grandes cosas mantengan la importancia que han recobrado.
Gracias a ti por enriquecer el blog con tu comentario.
Mil Petonets de vuelta.
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ainssss…
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Querida hermana, qué bien expresas el sentir de muchos de los que hoy, obligados por la situación, nos damos cuenta de que hay cosas mucho más importantes y tan sencillas como una simple mirada, una sonrisa.
Gracias
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Pues de momento compartamos esa sonrisa virtual y demos tiempo para que nuestras miradas se crucen con complicidad y conciencia.
Gracias a ti por tu aportación a este blog.
Un abrazo
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