Progreso

«Como modernidad, es progreso una palabra formal, muy bella e incitante, cual un divino acicate: todo cabe dentro de su esquemático y cóncavo sentido. Mas en los políticos progresistas el progreso significa una peculiar política concreta y limitada; esta política es, naturalmente, la suya». José Ortega y Gasset

Si ahondamos en el origen de su significado, progreso, del latín progressus está formado por el prefijo pro (hacia delante) y el verbo gradior, gressus (ir, marchar). Marchar, ir hacia delante.

Su derivado progresismo, en política, está de moda. Además, se ha convertido en un cajón de sastre en el que caben todos y todo. El único progresismo que comprobamos con tristeza, por no decir rabia, es el que ejercen nuestros políticos. Pues todos ellos, como calificaban no hace tanto, «progresan adecuadamente».

Aunque queda mucho por concretar, negociar, acordar, con apoyos que recaudar, esperemos que los que nos gobiernen no se dejen llevar por la comodidad. Que estén a pie de obra. Desarrollen sus propuestas. Y que sus esfuerzos no se basen en criticar a «los otros». En tuitear su odio contaminando las redes. Ese afán que tanto nos aleja de progresar.

Que su religión sea la decencia. Predicar con el ejemplo. Menos ruido de fondo y estar a la altura de los problemas.

Políticos con conciencia y humanidad. Valores con lo que tendrían que vestirse cada mañana para apuntalar nuestra confianza perdida. Generar esperanza. Y, por supuesto, progresar.

Alea iacta est.

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