«El primer principio es que no te debes engañar a ti mismo y eres la persona más fácil de engañar. Así que hay que tener mucho cuidado con eso». Richard Feynman
Quizás más por costumbre que por elección vivo con cierta tendencia a la distracción, al ajetreo, a ese hacer más en menos tiempo. Antes ni siquiera me daba cuenta o incluso encontraba cierta satisfacción en ir sobrepasada, con la grata e inculcada sensación de los deberes cumplidos.
Es cierto que vivimos en un mundo ocupado, en una cultura que se nutre de hacer: más, más rápido, mejor. Nos incomoda parar. Pero soy conocedora de que tanto hacer no es la respuesta.
Siento que me apremia la necesidad de cambiar de marcha, de recuperar ese espacio de no hacer donde recomponer mi presencia. Algo que parece tan sencillo y puede llegar a ser tremendamente difícil.
Me debato entre la inercia adquirida de hacer y la necesidad sentida de parar. Evito enviar un whatsapp, un correo electrónico, realizar una llamada pendiente, y me descubro con un gran esfuerzo para no dejarme arrastrar por esta energía, a la que más veces de las que me gustaría me rindo, y que me aleja de cada momento, para envolverme con el manto de la ausencia.
Poco a poco, entre juicios, permito que mi respiración se vaya haciendo más profunda, percibo que el tiempo se ralentiza y que algo dentro de mí comienza a calmarse, a limar las rudas esquinas de mi propia soledad.
En ese momento, encuentro el placer de disfrutar de mi propia y única compañía. Comienzo a habitar ese espacio vacío en el tiempo, que antes simplemente transitaba y, donde mi alma me da la bienvenida.
Escribir me recuerda el compromiso de hacer lo que digo: Parar, escuchar, callar, ser y sentirme, y lo que creo más importante, seguir aprendiendo y practicar. Porque el alma no deja de ser un alumno indócil que se termina olvidando de las lecciones de ayer.
Cambiar de marcha, ser y sentirse, no es una lección aprendida, es el trabajo de cada día.
Me gusta esta reflexión. Es necesario. Ser y sentirse. Se nos olvida demasiado a menudo.
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Sí, villita68, nos dejamos llevar por «tanto hacer» que realmente lo utilizamos como excusa para no parar y escondernos de nuestra búsqueda de ser y sentirnos. Como siempre gracias por tu aportación.
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