Ocurre que estoy aquí, en este día de agosto, en mi pequeña casa junto al río abriendo las puertas al amanecer.
Delante, esa hoja en blanco, sin líneas, que espera mis palabras.
Mientras escucho el relajante rumor del agua salgo al porche donde tanta quietud es amenizada por el trino de los pájaros. A mis pies una diminuta hilera de hormigas afanadas en su trabajo. La suave brisa matinal cabalga el río balanceando las hojas de los árboles y las motas de las primeras luces del sol proyectan sus sombras en la nívea pared.
Poco a poco siento que el mundo se va desperezando.
La magia de todos estos instantes llenos de armonía aplacan cualquier amenaza de inquietud, hacen que el tiempo se ralentice, que mi aliento viaje a un ritmo más profundo hasta sintonizar con esa percepción de mi misma que me descubre una grata sensación de plenitud.
Vale la pena despertar los sentidos para no perdernos la gracia que pasa delante de nuestros ojos. Porque no hay vidas encantadoras, pero sí hay momentos encantados para celebrar la vida.
En este día de agosto o en cualquier otro día, busca tus momentos encantados, solo necesitas levantar la vista para descubrirlos.
Y entonces te pregunto ¿qué ves?
No veo mi vida encantadora, pero sí es cierto que hay momentos encantados aunque nos enfrasquemos en aquellos que no lo son tanto y nublan los días.
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Tenemos una tendencia natural a que aquello que nos disgusta, nos molesta, nos duele…, sea el centro de nuestra experiencia arruinando el disfrute de centenares de momentos cotidianos y comunes en los que estamos bien o muy bien. Lo negativo tiene un mayor impacto psicológico que lo positivo es lo que se denomina sesgo de negatividad y viene de serie.
Te animo a que tomes conciencia de esos momentos encantados para que puedas darles mayor visibilidad.
Gracias por tu aportación.
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